¿Por qué celebrar el Día Internacional de la Mujer Emprendedora? La fecha fue declarada por la ONU en 2014 para visibilizar el rol transformador de las mujeres en el ecosistema emprendedor. En un mundo donde la innovación es el motor del progreso, las mujeres emprendedoras españolas no solo impulsan la economía, sino que la están redefiniendo con su resiliencia, creatividad y visión inclusiva.
Sin embargo, como revelan los informes más recientes, el camino no está exento de obstáculos. Desde brechas en la financiación hasta la conciliación familiar, las mujeres emprendedoras en España crean más empresas que nunca, pero se consolidan menos.
Cómo está el panorama actual
En España, el emprendimiento femenino ha experimentado un auge notable en los últimos años. Según el Mapa del Emprendimiento 2025, elaborado por South Summit e IE University las mujeres emprendedoras representan el 17,5 % de los emprendedores activos, una cifra que, aunque por debajo de la media internacional del 25 %, refleja un crecimiento sostenido.
Más impactante aún: ellas crean el 40 % de las nuevas empresas, de acuerdo con el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), un dato que posiciona a España como un referente europeo en iniciativa femenina. Este vigor inicial se ve en sectores emergentes como la tecnología, la sostenibilidad y el bienestar, donde las mujeres emprendedoras lideran con ideas disruptivas.
Pero las estadísticas también dejan entrever algunos nubarrones que no podemos ignorar. Mientras los startups fundados exclusivamente por mujeres emprendedoras constituyen el 10 % del total (una proporción estable en los últimos cinco años), los equipos mixtos han crecido al 32 %, y los masculinos han bajado al 58 %.
La edad media de las fundadoras es de 39,5 años, superior a los 38 de los emprendedores en general, lo que sugiere una entrada más tardía al ecosistema, posiblemente influida por responsabilidades familiares acumuladas. Sin embargo, el verdadero desafío radica en la consolidación: las empresas lideradas por mujeres emprendedoras cierran a un ritmo mayor, con una supervivencia a tres años que apenas alcanza el 60 %, frente al 75 % de las masculinas, según datos del GEM.
¿Por qué esta brecha?
Uno de los retos principales es la conciliación familiar. Las mujeres emprendedoras dedican el doble de tiempo a tareas no remuneradas, lo que erosiona su capacidad de escalar proyectos. A esto se suma el menor acceso al crédito (reciben solo el 30 % de los préstamos empresariales, según informes del Banco de España) y una percepción de inseguridad financiera que frena decisiones audaces. Además, la falta de referentes y redes de apoyo agrava el aislamiento, especialmente en un contexto post-pandemia donde la digitalización ha acelerado la competencia global.
A nivel de equity, las fundadoras españolas retienen el 47 % de la propiedad en sus startups, por debajo del 51 % de los hombres y del 61 % global, según el Mapa del Emprendimiento. Las motivaciones también evolucionan. Mientras que el porcentaje de mujeres emprendedoras que emprenden por «pasión» ha caído del 11 % en 2024 al 9 % en 2025, y por «cambio de carrera» del 8 % al 2 %, lo que indica un giro hacia necesidades como la estabilidad económica.
No podemos hablar del Día Internacional de la Mujer Emprendedora sin confrontar las realidades. El principal problema de la mujer emprendedora se sitúa en la participación femenina en startups, que se ha estancado en el 10 %, pese al aumento de equipos mixtos. Causas raíz incluyen el sesgo en la financiación, solo el 2 % de los fondos de venture capital van a fundadoras femeninas, y la «fatiga de conciliación», donde el 70 % de las mujeres emprendedoras citan la familia como freno principal.
En términos de independencia económica, el reto es doble. De un lado está la inseguridad en la gestión financiera que lleva a decisiones reactivas, y la falta de referentes que perpetúa estereotipos.